
Para el carro, Cenicienta…
“Por supuesto que puedes ir al baile. Siempre que hayas acabado con tus quehaceres, y encuentres un bonito vestido”.
Con estas palabras, la madrastra de Cenicienta la colocaba en una situación tan imposible que tuvo que intervenir un hada madrina para que ese “benevolente” permiso se convirtiera en realidad.
¿Eres tu propia madrastra malvada?
Cuántas veces caemos en lo mismo, sin necesidad de figuras perversas que nos limiten más allá de la carga que nos autoimponemos y la culpa que sentimos cuando atendemos a nuestras propias necesidades.
“En cuanto tenga tiempo” haré ejercicio, leeré un libro, me apuntaré a ese curso que tanto me apetece, quedaré con mis amistades, me daré un baño de burbujas.
Pero, como las hermanastras, nos sacamos de la manga más y más tareas. Cambiar el armario, repasar el baño, recoger los juguetes, planchar la colada, preparar la comida de mañana…
Las tareas domésticas no terminan nunca. Las necesidades de las criaturas, tampoco. Los compromisos laborales, en los tiempos que corren, normalmente tampoco tienen fin.
Date permiso para mimarte como te mereces.
Siempre va a quedar algo pendiente. Siempre hay que elegir qué es lo que haremos mañana. No puede ser que esa tarea que nunca tachas de la lista seas tú.
¿Quieres ser tu hada madrina?
Elige una actividad que te apetezca. Que sea solo para ti. Que te vaya a sentar bien, que te haga feliz, que te quite el estrés, que te permita descansar.
Pregúntate, sinceramente: ¿qué necesito, yo, hoy?
Saca tu varita mágica y prepárate para hacerlo real. A falta de animales voluntariosos, seguramente la suciedad tenga que esperar. Quizá no necesitas una carroza, sino asegurarte de que haces algo que te apetece y que es suficientemente sencillo como para que no suponga trabajo extra.
Y ponlo en tu agenda, bien arriba. Porque tú también eres parte clave de tu familia, tú también te mereces cuidados, y nadie te va a cuidar mejor que tú.
Etiqueta:autocuidado, autoexigencia, carga mental, culpa